Después de visitar Ourense cogí un autobús hasta San Cristovo de Cea. En realidad este autobús iba a recoger niños del colegio, para llevarlos a sus casas.
Primero fui al albergue para conseguir cama. Dentro ya habían dos peregrinos que hacían el Camino de la Plata y que habían empezado en Sevilla hacía un mes y unos días. Uno era un gallego de Vigo, distribuidor de detergentes industriales, el otro un ruso.
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