Ayer, cuando llovía en Barcelona, recordé que justamente un mes antes padecí un 19 de noviembre un temporal atlántico, mientras que estos días de diciembre en los países valencianos y murcia estaban sufriendo un temporal mediterráneo que se alimenta de nubes procedentes del mediterráneo arrastradas por viento de Levante.
Yo iba por el camino sin presagiar la que me venía encima esa misma tarde.
Gracias que iba valorando que no creía sensato seguir el camino desde el monasterio de Osera a Castro Dozón por la montaña, pero sobre todo solo, pues los dos compañeros que compartimos albergue la noche anterior, ellos ya estaban por delante mío. Detrás nadie más hasta el día siguiente, si había suerte, salvo la compañía de lobos que son habituales en esta época del año.
Además para tomar las fotos que os estoy compartiendo, con una cámara compacta, encendiéndola y apagándola, pues, si no lo hacía yo, lo hacía la máquina, cuando llevaba un rato sin usarla, suponía una larga inversión en tiempo y por ello, saliendo del albergue a las 08:15 de la mañana no llegaría hasta el monasterio de Osera hasta las 12 del medio día.
Parte del recorrido, poco antes de desembocar en la carretera tres kilómetros antes del monasterio, me recordaba al tramo entre el otro también monasterio de Samos en Lugo que conecta con el camino francés oficial que va de Triacastela a Sarria por San Xil, pues das más vueltas que un tirabuzón, y en el caso lucense tan pronto tienes el sol en un lado como en otro.
En 1999 Cristo me aceptó a recorrer el Camino de Santiago o el Camino de las Estrellas, donde las estrellas son nuestros antepasados que nos guían en nuestro camino por la vida. Dedico este blog a dos estrellas del Camino, a mis padres Juan María y Angelines. Quiero también compartir con vosotros mi afición por la fotografía.
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